Clelia Santambrogio –reconocida periodista de tecnología y mejor amiga– le hizo el quite a Hablandodeti.com, en un viaje por demás interesante, organizado por la gente de HP, como parte de sus iniciativas de Responsabilidad Social Empresarial.

El viaje –por demás interesante– llevó a nuestra corresponsal (¡que bonito suena eso!) a enfrentarse a una realidad que a veces olvidamos: la conectividad no es omnipresente, es un regalo de la humanidad –o una maldición según quiera verse– y no puede darse por sentado.

Sin más, les dejo con la crónica que ella realizó, para que ustedes sepán, que aún liberando tortugas en medio de la selva peruana, se puede estar hablandodeti.

Cuando la tecnología pasa a un segundo lugar

taricayaSiempre hemos escuchado la frase «El hombre es un animal de costumbre» y definitivamente es válida en algunas situaciones. Cuando HP me invitó a visitar la Selva Peruana por una semana y me aclaró que viajara lo más ligera posible en vista de lo engorroso que era llegar hacia las comunidades indígenas que íbamos a visitar, en ocasión de un Programa de Repoblamiento de Tortugas de agua dulce que patrocina junto a la WWF de Perú, no vi ningún problema, me dije, llevo solo lo necesario en cuanto a vestimenta, pero el no poder llevar conmigo mi tecnología del día a día, léase: computadora portátil y celular, porque estaríamos prácticamente fuera de la civilización, eso sí me preocupó. Estar una semana completa sin saber de mi familia, de mi país, de mi trabajo, sinceramente, me tenía un poco incómoda.
Haciendo caso omiso, a esas indicaciones, llevé conmigo mi teléfono inteligente y pensé que en algún lugar de esa Selva Amazónica tendría conexión. Salimos de Caracas vía Lima (Perú) conectada al 100%. En Lima, tomamos un vuelo hacia una pequeña ciudad llamada Tarapoto y hasta pude enviarle a mi esposo y desde la propia pista de aterrizaje, una foto mía sonriente para que supiera que hasta ahí, todo iba muy bien y que aún tendría noticias de dónde estaba su media naranja para ese momento. Ese día nos quedamos en Yurimaguas, una ciudad del norte del Perú y capital de la Provincia de Alto Amazonas (Loreto), ubicada en la confluencia de los ríos Huallaga y Paranapura, en plena selva peruana, pero que para nuestro asombro, nos quedamos en un hostal que tenía conexión WiFi. !Todo perfecto hasta ahora!
Comienza la verdadera aventura. Tres horas de bus, siete horas de lancha y llegamos a San Lorenzo, un poblado detenido en el tiempo y en el que las calles son en su mayoría de tierra y el servicio eléctrico tiene horario específico los 365 días del año. Pero sorpresa!!! una sala de Internet que cuando había luz ofrecía conexión a paso de tortuga, pero que la mayoría de las veces, estaba cerrada. Allí en San Lorenzo, puse mi corazón en paz y me dije a mi misma que debía pasar los días siguientes sin ningún tipo de dispositivo que me conectara a mi vida civilizada y lo asumí como un reto. Me ayudó mucho la experiencia vivida en las Comunidades de Campoverde y Ullpayacu, enterradas dentro del Complejo de Humedales del Abanico del Rio Pastaza. Allí me di cuenta que podía vivir sanamente sin las vanalidades de la tecnología actual (únicamente por unos días) y ponerme en el lugar de los habitantes del lugar que definitivamente ni se imaginan todo lo que el mundo civilizado de hoy ofrece.
Mi experiencia, muy grata y el disfrutar ver cómo estas pequeñas tortugas, al ser liberadas, se aventuraban solitas hacia el cauce del rio, sin prever peligros y con mucha confianza y decisión, me hizo caer en cuenta que no todo en nuestra selva de cemento está perdido y que aún hay esperanzas de lograr un mundo mejor. Las reflexiones, de las que uno adolece por el estrés de la capital, el propio estrés del trabajo y la falta de tiempo, precisamente por estar mucho tiempo delante de una computadora o delante de una televisión, se hicieron presentes.
A pesar de que pasaban los días e imperaba la incomodidad del inclemente calor, la continua falta de luz, lluvias torrenciales, ropa limpia que se acababa, alimentos poco suculentos y carentes de carbohidratos y azúcar, me di cuenta que mis necesidades tecnológicas de ese momento pasaban a un segundo lugar y lo que realmente extrañaba eran aquellas necesidades, algunas básicas, otras no, de mayor confort: una buena cama, sábanas y ropa limpia, ducharme con agua tibia o poder disfrutar de la brisa del ventilador toda la noche. En ese momento las llamadas telefónicas, las consultas por Internet o ver quién me había enviado un correo, sencillamente pasaron a un segundo plano.
De regreso de los tres días enterrados en la Selva Peruana, tras siete horas de lancha, tres horas de bus y más una hora de avión, llegamos nuevamente al punto de partida: Hotel Marriott de Lima. Allí me sonreí y dije: «Por ahora, no quiero Internet, no quiero celular, anhelo un buen baño y dormir en esa inmensa y mullida cama». Comprobé que sí, el hombre es un animal de costumbre y que en un ambiente de selva, solo nos queda añorar lo básico. Ahora, en la comodidad de mi hogar y rodeada de mis computadoras y teléfonos celulares pienso: !Qué diferencia de mundos y cómo cada uno de nosotros es feliz a su manera. ¿Pero saben qué? no renuncio a mi tecnología jamás!!

Clelia Santambrogio