Para mis lectores que conocen de teatro, sabrán que me refiero a la última obra de teatro escrita por el genial e irreverente Oscar Wilde, en la cual un caballero inglés llamado Jack decide crearse un hermano menor imaginario, al que bautiza como Ernest, asumiendo esa personalidad cada vez que sale de fiesta en la noche. La paradoja con que juega Wilde es que Ernest suena como Earnest (serio, formal) y la obra se llama en inglés The Importance of Being Earnest o la importancia de SER Ernesto.
En la obra Jack y un amigo pretenden llamarse Ernesto, y se enamoran de un par de mujeres que llegan a pelearse entre sí al pensar que están enamoradas del mismo hombre. El final es bastante feliz, si se quiere, y la obra está llena de situaciones divertidas, por lo que vale echarle una leida a la obra, o mejor aún verla en una presentación en vivo.
Pero si traigo a colación esta obra, es porque a pesar de que siempre he sido un creyente convencido de que los periodistas siempre nos creemos más que los medios en que estamos, y asumimos que el prestigio del medio es el propio, debo reconocer que un trabajo prolongado, siendo serio –y pareciéndolo—además de profesional, es sin duda la receta perfecta para labrarse una buena reputación.
Y es que he visto muchos casos de periodistas quejarse de que otros reciben mayor atención por parte de las empresas, sin tomar en cuenta los medios en que estos laboran. Y eso había alimentado mi primera impresión, del valor de los medios. Recientemente, sin embargo, me ha tocado vivir cierta experiencias que me han demostarado que para algunas empresas la trayectoria seria del periodista puede significar tanto o más como el medio en que labora este.
Pero en un mundo donde los medios experimentan serias crisis por la caída de la publicidad y el auge de las alternativas publicitarias BTL o no tradicionales, y surgen a diario cientos, o miles, de nuevas opciones comunicacionales, a los que están en las empresas les cuesta encontrar criterios para elegir medios a quienes invitar a viajes, en donde pautar publicidad o con quienes asociarse para realizar eventos. Y es alli donde cobra importancia el tener una historia adecuada de haber sido profesional en todo momento.
Por más que uno quiera aislarse de sus emociones resulta difícil que estas no influyan en el trabajo. ¿Cómo no escribir emocionado de un nuevo producto de Apple, si este es tan llamativo cómo el iPad y además uno ha sido usuario feliz de su plataforma? ¿O cómo ocultar uno la alegría de que Sun sea adquirido por Oracle o IBM, dos empresas que son mucho más diligentes en sus PR y que admiro por su tecnología? ¿O c’omo dejar de hablar bien de Microsoft si hace las cosas bien –como con Windows Server 2008—sólo por que no soy fanático de Windows? Estas son situaciones que se regulan con una dosis de realidad y de ponerse en el puesto de nuestros lectores. No se trata de lo que me guste, sino de lo que es útil a ellos. Si alguna empresa me trata mal, desde el punto de PR, siempre dejo que sean ellos los que tomen la decisión de salir o no en mis trabajos. Igual los convoco, y les doy la importancia que se merecen. Pero por supuesto que una empresa con buenas relaciones será más fácil encontrar voceros, lograr que respondan cuestionarios o que envíen información.
Ahora bien, la importancia de ser serio es fundamental para romper estas situaciones incomodas con las empresas. Algunos periodistas y –peor aún—medios toman la medida de castigar a las fuentes que no son “amables” con ellos –por amables se puede entender de todo, desde que te regalen productos, te lleven de viaje o te pauten en el medio.
Ante una gran serie de casos de este estilo que he visto en estos días, no he podido dejar de pensar en la obra de Wilde. Y es que aún en una obra de teatro, sin querer, hasta Wilde puede estar hablandodeti.