Mi atracción por la fotografía es amplia y aunque aún soy un gran aficionado, desde hace años he tenido el sueño de ir al lugar que todo fotografo en el mundo quiere visitar con cierta regularidad: la super tienda judía de fotografía B&H en Nueva York.

Pero Nueva York es una ciudad que en decenas de ocasiones me había sido esquiva. Siempre que planeaba una visita pasaba algo: estaba el maratón y no conseguía hotel, se cancelaba el viaje por otras razones, o los eventos que allí se realizaban eran para otros colegas. Ni siquiera con la excusa del MacWorld pude llegar a ir.

Pero hace unos años se rompió la maldición. Primero pase por sus aeropuertos varias veces. Después fui un día con muy poco tiempo libre, apenas unas horas en la tarde. Otra vez fui con algo más de tiempo, pero no pude cuadrar la visita ya que necesitaba hacer otras compras. Pero a la tercera llegó la vencida, y aunque esta última vez tampoco me sobraba el tiempo en la gran manzana, la primera visita del día –domingo y no sábado—fue para la tienda.

La verdad es que sin duda alguna es una experiencia digna de experimentar al menos una vez en la vida para los amantes de las tiendas de electrónica, y en especial de los amantes de la fotografía. Una tienda en la que trabajan un día cualquiera unos300 empleados –en su mayoría judíos ortodoxos—y atienden a miles de compradores de todas partes del mundo.
La variedad en fotografía es enorme: cámaras digitales, cámaras de película, cámaras usadas, telescopios, binoculares, filmadoras de cine y videograbadoras, cada una cuenta con su propio departamento. Mi misión de encontrar una cámara de las llamadas MegaZoom que reemplazara a mi querida Olympus SP560UZ, parecía fácil en semejante lugar. Sin embargo al poder probar todas y cada una de las alternativas a mi cámara dentro de las mismas condiciones, pude determinar que mejor me espero a ver si la nueva Canon PowerShot SX30 IS, con zoom óptico de 35X a ver si esa supera la calidad de imagen de mi confiable cámara.
Pero la experiencia de compra es genial. Aproveche de comprar un disco duro para mi MacBook que se había dañado, así como una cámara sencilla que cabe en un bolsillo, un pequeño trípode y algunos accesorios más como baterías y tarjetas de memoria. Hago esta lista para que puedan entender el proceso de compra que más adelante les describiré.



Resulta que al desistir de mi compra principal, me enfoque en la compra de la cámara sencilla, y probé montones hasta que me decidí por una Canon PowerShot bastante discreta. Al escogerla, el dependiente –uno de cuatro o cinco que estaban en ese modulo—me imprimió una página web de la tienda de la compañía –a full color y en una impresora HP—para que con ella fuera al mostrador de órdenes. Allí me cambiaron la página por un ticket con código de barra y todo. A medida que escogía las otras cosas, me daban otras páginas web y me mandaban a pasar por departamentos de órdenes de compra que se añadían al ticket que imprimían de nuevo. Mientras esto iba pasando, internamente las órdenes se iban procesando y cuando decidí que mejor me iba de la tienda, antes de desbancar mi tarjeta de crédito, y pasé a pagar en la caja, los items ya habían llegado a un mostrador que estaba después de la caja. Simplemente una máquina de vender con efectividad máxima.
Es una experiencia increíble que a todo el que pase por Nueva York en sus viajes le recomiendo vivir, así sea una sola vez en la vida. Y estoy seguro de que saldrán de allí con uno que otro gadget divertido, y podrán decirles a sus amigos que yo les envíe a ese lugar, desde hablandodeti.