Días atrás, casi en Halloween y en pleno viaje hacia los Estados Unidos para acudir a una conferencia tecnológica, no pude dejar pasar por alto el hecho de que mis vecinos de vuelo –una joven pareja– compartían amorosamente una película de vampiros en su iPad. Con un sencillo accesorio de Belkin para convertir una salida estándar de audífono hasta en seis más y con un sencillo estuche cuero para el iPad que además permite posicionarlo verticalmente, esta pareja afrontó las casi seis horas de vuelo entre Miami y Las Vegas con confianza. No sólo tenían una película de vampiros, también contaban con varios capítulos de series de TV, un par de películas más y todo muy bien ordenado gracias al iTunes.

Sé que muchos partidarios de Android, Chrome o Windows 7, me dirán que sus tabletas pueden hacer lo mismo y a menor costo. Y probablemente estén en lo cierto. Pero es que Apple desde hace rato se dió cuenta de la ventaja que resulta el ser dueño de los contenidos –o al menos el que los distribuye– mientras que en las otras plataformas sólo se detienen a hablar de una supuesta superioridad tecnológica, sin terminar de engranar con el consumidor promedio, ese al quie le interesan más los usos que le da a la tecnología que la tecnología misma.

Android con su plataforma “Market” para distribución de programas lo está haciendo bien, y por eso crece como plataforma de teléfonos inteligentes. Apple con iTunes y su AppStore lo ha hecho mejor –y antes– y por eso ostenta niveles altos de participación con el iPhone y el iPad. Sencillo ¿no?

Y es que de qué nos sirve tener la mejor tableta del mundo, si no hay aplicaciones y contenido disponible para sacarle provecho. Allí está el secreto del éxito del iPad y del iPhone, totalmente expuesto, y sin embargo difícil de reproducir.

Así que la próxima vez que vea una película –de vampiros o cualquier otro tema—reproduciéndose en un iPad, recuerde todo lo que está detrás de la misma, lo que hace que todos estemos hablandodeti, Apple.