"-¿Lee alguna vez alguno de los libros que quema?"
(Él se echó a reír)
- "¡Esta prohibido por la ley!
- "¡Oh! Sí, por supuesto."

Ha muerto Ray Bradbury, uno de los padres de la ciencia ficción e insigne luchador de la libertad de la información. Quizás su novela más conocida haya sido la que da título a este post: Farenheit 451, una novela que se desarrolla en una sociedad como la nuestra, pero con rasgos exagerados, incluyendo una prohibición para la lectura. Los bomberos, a los que pertenece el personaje principal, Montag, tenían la tarea de iniciar incendios –en lugar de combatirlos—con la finalidad de destruir los libros, ya que estos atentan contra la felicidad del hombre.

Esta novela era una crítica a la quema de libros ocurrida en la Alemania Nazi censura en Estados Unidos, a las bombas nucleares usadas contra Japón y contra la censura que quería imponer el senador Joseph McCarthy de los Estados Unidos –el Macarthismo.

Pero lejos estaba Bradbury de imaginar que gran parte de lo que planteó como hipótesis en su libro se vería convertido en realidad. O más o menos.

Los bomberos no acaban con los libros, es cierto, pero el Kindle de amazon, y en particular el Fire, si está ayudando a que se reduzcan los números de libros impresos.

El Macarthismo planteado como una hipérbole en su libro, tomo cuerpo –otra vez– desde el año pasado en el congreso de los Estados Unidos, con las polémicas leyes SOPA y ACTA. Tal como parece en el libro «A buen fin, no hay mal principio» parece ser la máxima de los legisladores que impulsan estas leyes.

Incluso las protestas de anonymous se parecen mucho a la resitencia de la que llegó a formar parte Montag. Una resistencia colectiva, que era la suma de las resistencias individuales, unidas de manera casi completamente anónima.

Casi al final del libro, Bradbury escribe a manera de premonición para nuestros días: “Montag miró hacia el río. «Iremos por el río. -Miró la vieja vía ferroviaria-. O iremos por ella. O caminaremos por las autopistas y tendremos tiempo de asimilarlo todo. Y algún día, cuando lleve mucho tiempo sedimentado en nosotros, saldrá de nuestras manos y nuestras bocas. Y gran parte de ella estará equivocada, pero otra será correcta. Hoy empezaremos a andar y a ver mundo, y a observar como la gente anda por ahí y habla, el verdadero aspecto que tiene. Quiero verlo todo. Y aunque nada de ello sea yo cuando entren, al cabo de un tiempo, todo se reunirá en mi interior, y será yo. Fíjate en el mundo, Dios mio, Dios mio. Fíjate en ese mundo, fuera de mi, mas allá de mi rostro, y el único medio de tocarlo verdaderamente es ponerlo allí donde por fin sea yo, donde estén la sangre, donde recorra mi cuerpo cien miel veces al día. Me apoderare de ella de manera que nunca podrá escapar. Algún día, me aferrare con fuerza al mundo. ahora tengo un dedo apoyado en el, es un principio.»»

Estamos entonces hablandodeti, estimado Bradbury, mientras tu trasciendes más allá de los libros.