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Hoy, 27 de Junio, se celebra el día del periodista en Venezuela, y como tal pensé que la fecha me daría la oportunidad de desarrollar un tema que desde hace días ronda mi mente, sobre los influenciadores 2.0.

Sin embargo al sentarme a escribir ese tema no quiso salir y en su lugar empezaron a tomar forma ciertas reflexiones.

Antes de todo déjenme aclarar que “formalmente” yo no soy un periodista. Es decir nunca obtuve un título que me acredite como comunicador social, aunque lleve ya 17 años dedicándome a dicha profesión. Me gradué de Ingeniero en Computación en mi querida Universidad Simón Bolívar y lo que allí aprendí y mi vocación de comunicador me convirtieron en un Comunicador de tecnología. Mmmmm, pero esperen, eso es una verdad a medias.

La verdad es que eso representó quizás la mitad de los méritos, pero la otra mitad –la mitad más grande, si me permiten esa libertad literaria— me ha llegado desde eso que llamamos la fuente, que es una especie de familia que tengo.

La fuente de tecnología en Venezuela es sui generis. Los periodistas se conocen, se llevan bien generalmente y se ayudan y protegen. Y ellos fueron los que algún día decidieron aceptarme, y de los que he aprendido el oficio.

Más allá de mis primeros pasos en la Universidad, donde editamos una revista científica sobre computación con gran éxito, fue en el Grupo Editorial Producto donde aprendí las primeras lecciones. Con Adolfo Manaure, Gabriela Rojas, Freddy Campos, Beatriz Firgau, de los cuales aprendí más que nada por observación. El trato con el editor, Raúl Lotitto, me enseño mi primera gran lección: el ejercicio del periodismo no es más que un ejercicio de poder.

El contacto con los “monstruos” de la fuente comenzó por esa época. Yo no sabía bien quien era ese viejito simpático llamado Víctor Suárez que me recibió con respeto en la fuente. De él aprendí muchas cosas, en especial el ser siempre analítico y punzante –aunque reconozco que lo punzante no es lo que más se me da. Después apareció mi querida Argélida Gómez, quien por momentos me ignoraba, me regañaba, me sacaba de quicio, pero de quien he recibido algunos de los más valiosos elogios. Me enseñó a profundizar, a volverme experto en temas que desconocía, sólo por el orgullo de hacer bien el trabajo.

En la fuente hay muchos otros de los que he aprendido. El estimado Froilán Fernández me enseñó lo valioso del dominio de la materia. De Edgard Rincón aprendí de constancia, mercadeo y de nuevo de constancia. De Carlos José Monzón deduje que se podía ser bueno en esto, pese a las deformaciones de la universidad. De Clelia Santambrogio aprendí sobre lo que logra la constancia, algo que a muchos otros les falta.

Nombres fueron y vinieron en la fuente. Algunos pasaron apenas meses, otros se han ido de la fuente, del país e incluso del mundo. César Salza, Hylenne González, Scarlett Ascanio, Liseth Vega, Nora Vergara, Natalí Campos, Carola Ettegui y algunos otros nombres que se me escapan, me enseñaron el valor de la amistad en la profesión.

Después empezó mi relación con otros que habían estado algo más alejados de mi día a día. El gran gordo Fran Monroy, a quien conocía de los tiempos de la lista Chévere, con sus conocimientos históricos y de cifras, que tanto me ha enseñado de radio, junto a su inseparable Antonio Duarte y hasta el amigo Jhonny Candamo. Los muchachos del InsideTelecom, Jorge Espinoza y William Peña (aka los herederos de Víctor Suárez), empeñados en demostrar que se puede hacer periodismo serio y de investigación, altamente especializado y no morir de hambre en el intento.

Alida Vergara –la del enano, con su toque de rock y humor negro para todo– Alberto Marín y su bonhomia, Hugo Londoño, Javier Flores, Leonardo Sabella, Peter Cernick y la querida Ingrid Rojas, ante todo me enseñaron la importancia de la perseverancia en la fuente. El gordo Iván Méndez y su crítica mordaz e inteligente, me ha enseñado también que no soy tan malo como me puedo llegar a creer, ya que siempre habrá alguien más malo.

No puedo saltarme al gran amigo y socio Luis Indriago, el que me ha enseñado casi todo lo que he podido aprender de PR y de RSE. Tampoco me olvido de mi querida María Cecilia Aguana (QEPD) que me ha enseñado a vivir la vida sin deudas, y a atreverme a realizar mis sueños.

También en PR hay muchos amigos periodistas que me han enseñado a ser el que soy. Ramón Chavez, Esther Rojas, Tulia Monsalve, Mónica Guerrero, Rosanna Fedele, Georgina Raygada, “mi amiga gente” Cynthia Rios,Analic Mata y Nathalie Gerbasí entre otros, me dieron a su manera, pautas de comportamiento, formas de hablar con voceros y empresas, que hoy me permiten hacer las cosas más o menos bien.

Y aunque en este post sólo estoy nombrando a los venezolanos, sería muy mezquino dejar de nombrar por eso a una de las personas que menos me ha enseñado de la profesión, pero que más me ha dado: mi querida “tía”, Elinet Medina, la persona que más fe me ha tenido en esta labor de comunicador y que me dió la confianza necesaria para ser quién soy. Quedan montones de amigos del exterior, como Cristal Nathalia Hencker, John Rodríguez, Connie Pazos, Adriana Limón, Monica Mistretta, Manuel Mandujano, y muchísimos otros que me han enseñado valiosas lecciones, pero eso lo dejaré para otro post.

Es así, y en modo de homenaje a los periodistas de la fuente en Venezuela, que logré estar hablandodeti, querido colega, a pesar de que parezca que sólo he estado hablando de mi. Espero no haberme olvidado de nadie, pero si es así pido perdón de antemano y lo colocaré en los comentarios. Al fin y al cabo este post lo escribí de una sola sentada, sin guión ni libreto, directo del cerebro, o quizás peor, directo del corazón. ¡Felicidades en nuestro día!